– No me apetece hablar con Dionisio, siempre se está quejando.
– Ya, la verdad es que el pobre no sale de ahí. Que si su suegra está todo el día amargándole la vida, que si en la tienda sólo entran personas maleducadas que le inoportunan…
– ¿Tú?- Clara sonrió – Bueno, más que quejarte, protestas – ¿Y yo?-Francisco meditó unos instantes la respuesta. Se rascó la cabeza y sacó la lengua.
– Eres la persona más reivindicativa que conozco.
– ¿En qué consistirá la diferencia?- Mientras lo decía, Clara sacó su teléfono gigante y tecleó en Google la pregunta. Un “clo, clo, clo” divertido sonó al pulsar la pantalla táctil- Mira, aquí dice: “Quejar es manifestar el resentimiento o disgusto que se tiene por la actuación o el comportamiento de alguien”. Y la definición de protestar es “Declarar o proclamar un propósito”
– O sea, que según esas definiciones, una queja sería relativo a una molestia que nos ocasiona otra persona y una reclamación, protesta o reivindicación, la expresión de una situación que nos parece injusta, venga de donde venga.
– Al hilo de esto, se me ocurre que, quizás también una queja sea aquello que se expone sin que tenga remedio alguno, con el único objeto de llamar la atención sobre un supuesto daño ajeno a nosotros, esperando encontrar un alivio en ese acto.
– Y una reclamación o protesta tiene como finalidad reparar el daño. La queja es pasiva y deja la responsabilidad a otros y…
– … La protesta es activa e implica una responsabilidad- Dijeron al unísono.
– ¡Jajajajaja! – Ambos rieron.
– La verdad es que cuando Dionisio se queja, no sé si encontrará desahogo. Pero a quién agobia es a mí.
– No creo que se desahogue mucho, porque sigue haciéndolo continuamente y cuando lo hace no se queda satisfecho, sino más bien enfadado.
– Oye, Clara, ¿es una queja si digo que esta infusión está ardiendo?
– Hombre, supongo que si sólo me lo dices a mí y despotricas del camarero, sí. Pero si lo que quieres es pedirle atentamente que te ponga un poco de agua fría, tendría un propósito.
– ¡Disculpa!, ¿podrías…