Oímos las bondades de utilizar el humor en nuestra comunicación.
Pero, ¿siempre es útil?, ¿todo el mundo puede usarlo, aunque seas serio como un ajo?
Te cuento algunas cositas que he aprendido tras trabajar como humorista más de treinta años e investigar a fondo sobre el tema.
Entre otras utilidades, el humor consigue que la persona se perciba más cercana. Esto permite que la información que transmite no necesite ser cribada por los filtros mentales, con lo cual llega más directamente a los demás y más rápidamente. Casi diríamos que “se cuela” por la parte de atrás del cerebro.
Cuántas veces me han dicho tras un espectáculo u obra teatral: – Tienes razón, los hombres son… – (coloca el adjetivo que gustes, porque seguramente todos servirán), y yo he exclamado, rápidamente: – ¡Eh, que eso no lo he dicho yo, que interpreto un personaje!
El humor aligera los contenidos, conecta con la emoción y no solo con el pensamiento lógico.
Dato curioso: facilita que los espectadores u oyentes visualicen lo que dices. Es un proceso muy divertido, conecta sentidos.
Ofrece una perspectiva creativa y eso siempre se agradece, ya que redimensiona la realidad, mostrando una posibilidad emocionante e ilusionante.
El humor permite estrechar lazos y aumenta la productividad.
Ahora bien, ¿es un instrumento disponible para todo el mundo, o solo pueden utilizarlo unos pocos privilegiados?
Aquí establezco dos diferencias. Una, cuando introducimos de forma planificada un chascarrillo, anécdota graciosa o frase ingeniosa. Eso está al alcance de todos.
La otra es cuando la persona que está hablando posee rapidez mental y es capaz de convertir una situación improvisada en un elemento de diversión. Y esto, aunque parezca increíble, también está al alcance de todos, aunque necesita de entrenamiento.
Trucos:
- Cuanto más seria está la persona, más divertido será lo que diga de broma.
- Termina la frase abajo (entonación en alto es como si esperases contestación, como si hubiese puntos suspensivos o una interrogación).
- Haz una pausa para que las personas entiendan, procesen lo que has dicho y tengan espacio para reírse.
- Haz bromas de situaciones, no de personas.
- Practica la perspectiva sobre ti mismo y la distancia con la circunstancia. Como decía el humorista Will Rogers “Todo es divertido, con tal de que le suceda a otra persona”.
- Estructura tu intervención para que, tras varios minutos de información teórica o técnica, llegues a un valle relajado, como, por ejemplo, el que procura una anécdota divertida, una idea loca o una aplicación absurda de lo que estás contando.
- Por muy solemne que sea el asunto que trates (tú sabes cuando es apropiado hacer una broma y cuando no), puedes utilizar la vía del humor.
- Practica la improvisación. En los próximos días haré una publicación con alguna idea.
- Esto que voy a decir igual te suena a contradicción, pero no hay nada menos divertido que alguien pretendiendo serlo. Ensaya la naturalidad (sí, lo sé, es raro, pero es lo que hacemos los actores).
- La humildad está directamente relacionada con el humor. Como decía el escritor Ambrose Bierce “Un egoísta es una persona que piensa más en sí misma que en mí«.
- Dedica un cuaderno a escribir chistes que te gusten, frases ingeniosas y anécdotas divertidas que te hayan ocurrido. Y busca un momento para introducirlas en tu intervención. Pueden ser situaciones que en su momento viviste de forma poco agradable y que con el tiempo pudiste sacarle su chispa. El humor es el mejor ejercicio de resiliencia.
Por ejemplo, el otro día recordaba una ocasión en la que, presentando una cabalgata de Reyes, no se pusieron las cosas fáciles y tuve que improvisar.
Después de batallar con el belén viviente infantil que culebreaba por todo el escenario por diversas razones, llegó el momento de hablar con sus Majestades. Un rey mago tenía pánico escénico y no podía ni parpadear, otro trajo preparado un interminable discurso propagandístico y el tercero… llegó como una cuba. Imagínate mi papelón para que los niños presentes no se dieran cuenta.
Situaciones locas, contadas en el momento adecuado y con un tono diferente a lo anterior, crean paréntesis humanos y disparatados.
- Evita el dramatismo. A veces tenemos la creencia de que un acto pequeño es trascendente y a vida o muerte.
Y fíjate, aunque lo sea. Porque como decía el escritor Elbert Hubbard: “No te tomes la vida demasiado en serio. Nunca saldrás vivo de ella«.