En este momento estás viendo Mejor, dedícate a otra cosa.

Mejor, dedícate a otra cosa.

  • Categoría de la entrada:Blog
  • Comentarios de la entrada:Sin comentarios

Esta publicación no tiene la finalidad de demostrar que siempre hay que luchar por lo sueños. Tampoco es para dejar en evidencia a mis profesores, afirmando que nadie sabe mejor que tú para lo que eres bueno o malo.

No, no, no es una historia de superación.

Es un ejemplo de cómo las situaciones pueden dar un giro de 180º, y aquello para lo que pensabas que eras un inútil, se convierte en tu seña de identidad y en tu inspiración diaria.  

Pues sí, mis profesores de interpretación me recomendaron ser mimo, porque me dijeron que no servía para hablar en público.

Pero es que tenían razón.

No valía para hablar en público, dentro de los cánones establecidos.

Que me lo dijeran debió de parecerme importante, porque aquí estoy, casi 40 años después y lo recuerdo. Pero no me supuso ningún problema. Es más, me resultó halagador porque me demostró que se preocupaban por mí. Pero como ser actriz no era mi sueño, sino el impulso vital que me arrastraba en ese momento, oí sus consejos, pero seguí adelante.

Ellos no contaron con que Soledad y yo íbamos a crear unos personajes cuya seña de identidad era, entre otras cosas, que hablaban confundiendo las palabras. Mi personaje se trababa y hablaba muy rápido, como lo hacía yo en mi vida personal, y el público no sabía si era algo pretendido o natural.

La experiencia no es el antídoto, porque suele pasar que, a mayor experiencia, mayor responsabilidad. La autocomplacencia tampoco, porque la comunicación es un acto de compartirte desde la humildad.

Cuando trabajé personalmente a fondo mis miedos (desde muy niña me he sentido profundamente conectada espiritualmente); cuando aprendí hasta qué punto me gusta contactar con la personas, de corazón a corazón (da igual que sea con miles a la vez, sé que se puede porque lo he hecho); cuando me di cuenta de que disfrutaba con esa comunicación natural y personal y ya tenía mucha experiencia al hacerlo, fui consciente de que, para hablar en público, no hace falta una dicción perfecta, conocer al dedillo el significado del lenguaje no verbal, no hace falta tener una labia digna del mejor orador. Todo eso favorece, sí, ayuda a conseguir lo que realmente hace falta, que es que te sientas merecedor de la atención de los demás, que percibas al otro como una prolongación de ti, que confíes en lo que transmites y que tu mensaje, sea el que sea, se convierta en un canal de unión entre tú y los otros.

Eso es lo que importa.

Deja una respuesta