¡Sí, por supuesto! Puede anularse cuando no hay coherencia entre lo que decimos y transmitimos con nuestro lenguaje no verbal o cuando se emite algo que distorsiona el mensaje e impide que llegue.
Te voy a poner de ejemplo dos conferencias a las que asistí. En la primera de ellas, el ponente insistía en sorprender a la audiencia en la puesta en escena y en el contenido. Decía que, desde el principio, todo tenía que ser chocante y nuevo para el espectador. La realidad es que, desde su aburrida forma de vestir, a su monotonía al hablar, nada fue como lo que prometía. Esto anuló su mensaje de principio a fin. Yo esperaba que, dado el contenido, fuera a darnos una sorpresa en algún momento. La sorpresa nunca llegó y la sensación que dejó en los asistentes fue de confusión e incoherencia.
La segunda charla tenía como tema la escucha y la empatía. La ponente tenía una trayectoria reconocida y todo iba más o menos bien hasta que habló de la depresión. Aseveró que, las personas deprimidas, lo que tenían que hacer era salir a divertirse. Una persona del público tomó la palabra y le dijo que estaba deprimida y que eso le resultaba imposible de hacer y que le parecía frívolo el comentario. La conferenciante obvió las palabras de esa mujer y siguió hablando. Hizo justamente lo contrario al tema de su ponencia.
Otra razón que puede hacer que el lenguaje se anule es cuando se utiliza un lenguaje soez, no se es respetuoso o se utiliza algún elemento que haga que el espectador ponga el foco en otro lugar distinto al que el comunicador quiere dirigir en su público. Si me estoy sintiendo incómoda por las palabras de la persona que está hablando, es difícil que me centre en el mensaje que quiere transmitir. Otro día te hablaré sobre lo que ocurre con los insultos, es muy interesante.
La coherencia entre lo que se dice, cómo se dice y desde dónde se dice, es fundamental para que el mensaje llegue. No hace falta volverse loco en pensar qué es lo que tienes que hacer, simplemente asegúrate de que lo que dices, no va en contra de lo que haces.
Para terminar, como decía John Morley, “Las tres cosas más importantes de un discurso: quién lo pronuncia, cómo lo hace y qué se dice; y de las tres, la última es la que menos importa.”