¿Cuántas veces has oído esta frase, o una similar? ¿Cuántas veces la has dicho?
Pero, ¿realmente descargar nuestra ira es beneficioso? Porque popularmente podría parecer que sí.
En primer lugar, vamos a diferenciar la ira del enfado.
El enfado surge cuando sentimos que algo es injusto, que nuestros derechos o los de otros que nos importan se han visto vulnerados.
La ira o la cólera es la expresión violenta y desmedida del enfado.
¿Estás pensando que…? ¡Noooo! Gestionar las emociones no equivale a suprimirlas o acallarlas.
Esto es algo que suelen preguntarme a menudo.
- ¿Así que si me enfado tengo que hacer como si no me importase?
No. No es eso.
Si algo duele, lo sano es reconocerlo y gestionarlo para que no sea nocivo para uno mismo y para los demás.
Si te enfadas, no eres más fuerte por aparentar que te resulta indiferente, pero tampoco lo eres si descargas tu ira.
Existe el mito popular que dice que enfadarse violentamente, desahoga.
O que es una característica personal.
- Prefiero explotar a tener una úlcera.
- ¡Ay, qué a gusto me he quedado diciéndole a ese tonto cuatro cosas bien dichas!
- Soy así, es mi forma de reaccionar.
Pues no, estudios confirman que, cuanto más intensamente descargas tu rabia, más hormonas del estrés produce tu organismo. Algo obvio, ¿verdad?
El resultado de ello (entre otras consecuencias que veremos más adelante) es que tu mente le da más importancia a ese hecho, perdura más tiempo en tu recuerdo y lo hace con más viveza. Por lo tanto, podríamos incluso pensar que las personas más propensas a enfadarse violentamente son más rencorosas, ya que guardan el recuerdo más profundamente y tardan más en olvidar.
La ira, así como en su día lo dije de la inseguridad, no es un rasgo de la personalidad. Es una circunstancia emocional, así que se puede aprender a gestionar.
La dificultad llega cuando las personas están convencidas de que son así, que no van a cambiar y que, además, esta condición les beneficia, porque han aprendido a reaccionar de esta manera y se sienten incapaces de afrontar las situaciones de una nueva forma. Pero se puede.
Mitos sobre descargar la ira:
Tendemos a confundir a personas iracundas con personas con carácter fuerte e incluso dotadas de una gran personalidad.
La realidad es que las personas que explotan de malos modos con frecuencia, suelen ser personas que inspiran temor y desconfianza en las personas que les rodean, aunque nunca se lo digan.
Explotar en un ataque de ira no tranquiliza. ¿Y por qué se sigue pensando que alivian los estallidos de enojo, a pesar de todas las evidencias que afirman lo contrario?
Según Bushman, (2002; Bushman et al., 1999), tras el enfado hay una mejoría a corto plazo.
Las personas explosivas asocian los estallidos a sentirse mejor, cuando la realidad es que el enfado desaparece por sí solo al cabo de un tiempo, como observó Jefrey Lohr y sus colegas (Lohr, Olatunji, Baumeister, & Bushman, 2007)
Tras un ataque violento, viene una cierta sensación de tranquilidad. Pero esa sensación es breve y son numerosos los daños que causa en el organismo de la persona que ha explotado y en los que lo han presenciado. Esto último es muy interesante y menos estudiado, pero hasta donde se sabe, las personas que presencian un estallido de cólera, experimentan en su propio cuerpo esta descarga hormonal con todas sus consecuencias y sin ningún aparente beneficio, como podría pensar la persona que reacciona de forma desproporcionada.
Las personas que lo presencian suelen sentir gran incomodidad, deseos de alejarse, frustración, vergüenza ajena, tristeza y enfado.
Descargar ira no consigue lo que pretende, que es desahogarse y aliviar la tensión.
Desde hace décadas, diversos estudios revelan que expresar de forma colérica el enfado, lo que hace en realidad es aumentar la intensidad de dicho enfado (Bushman, Baumeister, & Stack, 1999; Lewis & Bucher, 1992; Littrell, 1998; Tavris, 1988)
En el año 2011, Scott Lilienfeld y su equipo escribieron el libro Mitos de la Psicología. En él, se abordan las razones por las que se piensa que es sano explotar y los resultados reales.
Estallar en cólera no supone descargarla.
Estudios confirman que expresar nuestro enfado solo es beneficioso si va acompañado de estrategias de resolución y gestión de las emociones para mejorar ese malestar (Littrell, 1998).
Consecuencias negativas de descargar la ira:
- Las personas reaccionan de una forma que no desearían cuando están en momentos de tranquilidad. Dicen palabras que no querrían decir y sienten imposibilidad de pensar con claridad.
- Se ponen a la defensiva, cuando no sería necesario y vulneran los derechos de los demás alterando y empeorando su estado anímico y afectando de forma permanente sus recuerdos sobre determinada situación.
- Establece una especie de tiranía de la persona colérica sobre los demás, haciendo que otros eviten determinadas conversaciones o situaciones que puedan desencadenar estos estallidos.
- Ofrece una impresión negativa a los demás y puede ocasionar que las personas se alejen de nosotros.
- Perjudican la salud. La ira activa el sistema simpático, encargado de liberar catecolaminas, las llamadas hormonas del estrés. Estas aumentan la frecuencia cardíaca y elevan la presión arterial.
La adrenalina (o epinefrina), que es un tipo de catecolamina, aumenta la tensión muscular, preparando al cuerpo para la huida o la lucha.
Toda esa liberación exagerada de hormonas, por supuesto tiene una bajada que provoca reacciones emocionales, como la tristeza e incluso ansiedad.
También se sabe que el disgusto generado produce problemas digestivos e inflamación de los órganos.
En el año 2.000, se realizó un estudio en la Universidad de Carolina del Norte.
En él, se hizo una encuesta entre 13.000 personas que calificaron su propia tendencia a expresar su ira. Tras varios años, se les realizó un seguimiento y aunque su presión arterial parecía normal, las personas que afirmaron que tendían a explotar, tenían tres veces más de probabilidades de haber sufrido ataques al corazón que el resto, incluso teniendo en cuenta otros factores como el tabaquismo, la diabetes y el sobrepeso.
También Mark McDermott, de la Universidad del Este de Londres, encontró que las personas que estallan en ira han tenido más enfermedades cardíacas que las personas que gestionaban su enfado y evitaban gritar.
(Otros estudios no han hallado relación entre los estallidos de ira y las enfermedades cardíacas. Desde luego, lo que yo no he encontrado, son estudios que establezcan relación entre enfados explosivos y beneficios para la salud. De hecho, es frecuente oír que personas justifican sus explosiones de ira para evitar la formación de úlceras, pero no se han hallado pruebas de esto e incluso al contrario, más aún desde que se sabe que la mayoría de úlceras son producidas por la bacteria Helicobacter pylori o por el uso de antiinflamatorios no esteroides de forma prolongada)
Expresar nuestro enfado de forma adecuada tiene efectos positivos. Estos son algunos de ellos:
- Nos aporta la energía necesaria para hacer prevaler nuestros derechos.
- Nos ayuda a tener una visión digna de nosotros mismos.
- Establece límites inaceptables para nosotros ante los demás.
- Es una manifestación honesta de lo que sentimos.
- Enfadarse es una respuesta sana que nos hace sentir seguros, independientes, sensibles, fuertes y que estimula nuestro organismo.
¿Cuál sería la mejor forma de proceder en una situación de enfado en la que sintamos que podemos perder el control?
Ante todo, aceptar esa emoción como algo natural y expresar ese enfado de la forma más asertiva posible. Esto se hace comunicando cómo nos sentimos y evitando acusar a otros.
Si sientes mucha alteración física, respira profundamente, haz algún tipo de ejercicio o trabaja con los sentidos (tacto, vista, oído, olfato y gusto). Estos rápidamente desviarán la atención de tus mente y dejarán de alimentar esos pensamientos que engordan y argumentan eso que te altera.
Exprésate con honestidad de la forma más respetuosa posible y si necesitas dejar pasar algo de tiempo, hazlo. Pero sin dejar que se diluya tu molestia por completo, porque, al final, en algún momento acabará por salir y seguramente será en una situación poco propicia para ello.
Hazte preguntas del tipo: ¿Realmente esta situación es tan terrible para desencadenar esta reacción por mi parte?
Escribe posibles respuestas y si es con humor, mejor. Aplica la creatividad.
Evita insultos y los diálogos agresivos (incluso con uno mismo. O sobre todo con uno mismo)
Piensa que tu enfado no valida comportamientos violentos.
Ni ser sincero significa que puedas decir todo aquello que se te pasa por la cabeza, sobre todo si es hiriente.
No se ha dado el caso de nadie que haya reventado por callarse unas palabras malsonantes o gritos.
Recuerda, esta forma de proceder no es parte de tu personalidad. Te has acostumbrado a pensar que sí, pero no lo es y siempre es buen momento para empezar a cambiar algo dañino.
Pruébalo. Lo vamos a agradecer todos.